Te descubro tan semejante a tu fantasma,
tan ausente de ti, tan sin ti, negada
a la única sangre que se bebe en vida,
pálida de resignación,
encogida bajo el pretexto de las circunstancias,
prófuga de la carne y el beso,
piel que parece tan tristemente triste;
la luz de esta mañana es una larga luz helada,
y me encuentro con el mundo a solas,
vacío de mi mismo, y sin embargo,
me contemplo vivo
ante el gesto de asombro del espejo;
pienso en ti, en lo que me falta de ti
y en lo que me queda,
y nada queda
sino esta boca que te dice mía y no te nombra,
una memoria sin imágenes,
una colección de caricias pendientes
y el juego de azares al que jugamos,
de tenerte y no,
de amarte y no,
de soñar que nos soñamos en coincidencia y en vigilia,
con los ojos rehenes
y el aliento reconciliado en el deseo;